El valor que el gobierno da a los manifestantes ha quedado
una vez más demostrado este fin de semana. El viernes por la tarde cuatro
personas aparecieron con palos y cuchillos (para cortar ‘kebabs’) y empezaron a
agredir a los manifestantes provocando heridos. Las imágenes hablan por sí
solas y no cuadran con la imagen que ninguno de nosotros tenemos sobre Turquía. La policía podríamos decir que
prácticamente contempló la escena. Al final fueron detenidos y puestos en
libertad tras unas horas desatando la indignación en las redes sociales e
incluso en el parlamento turco donde hubo una pelea entre diputados del AKP y
del CHP.
Un policía enseña un cartucho de gas e insulta a los manifestantes |
Un golpe de estado ha puesto punto y final al primer gobierno
elegido democráticamente en Egipto tras la caída de Mubarak. Justo cuando se
cumplía el primer aniversario de la llegada de Mursi a la presidencia de Egipto,
el ultimátum lanzado por el ejército para que llegara a un acuerdo con los
millones de personas que estaban en la calle protestando venció y el ejército
tomó el control del país. No hay otra manera de definir lo ocurrido en Egipto.
Ha sido un golpe de estado, se ha depuesto el gobierno y eso nos demuestra
hasta qué punto las transiciones democráticas son difíciles sobre todo cuando
ocurren en periodos de desequilibrios económicos y sociales como es el caso de
Egipto.
La situación en Egipto es preocupante pues refleja el grado
de polarización de la sociedad en un momento crítico que puede marcar el futuro
del país. La violencia se está extendiendo por el país y en las calles se
encuentran partidarios del golpe así como opositores. Ayer el ejército disparó
contra los partidarios de Mursi, más de 30 muertos, más de 300 heridos. Sin
palabras.
Y todo esto ha ocurrido justo cuando las protestas en
Turquía habían prácticamente desaparecido. O al menos justo cuando estaban
dejando de ser noticia en los medios internacionales. Como comenté en mi anterior
entrada todos los actos parecen haber sido aplazados a los fines de semana
(este último ha sido también complicado) y la gente continúa haciendo vida
normal de lunes a viernes (pese a que la policía sigue instalada en el centro
de las ciudades).
Desde fuera, se han buscado comparaciones entre Turquía y
Egipto. En Turquía no va a darse ningún golpe de estado por varias razones. La
primera y más importante es que ningún sector de la sociedad (no debería decir
ninguno, todos sabemos que prácticamente en todos los países es posible
encontrar sectores golpistas) quiere un golpe de estado. Los golpes no son sino
una puerta a mayores daños humanos y no llegan y se van; sus consecuencias se
mantienen siempre durante mucho tiempo y se quedan en la retina de los que lo
vivieron. Además, Turquía no está saliendo de una crisis económica o social.
Muchos de los problemas que padece son, de hecho, consecuencias del golpe de
estado de 1980 y de las políticas que se han ido aplicando desde entonces. De
la misma manera, la consolidación en el espectro político del islamismo del que
procede el AKP se remonta al periodo post-golpe en al década de los 80. En
Egipto no hay una tradición golpista básicamente porque el ejército ha estado
en el poder desde que el general Nasser llegara a él en 1952; en Turquía existe
una tradición democrática “defectuosa” que se ha mantenido desde 1950 con
cortos periodos de transición tras golpes del ejército. Además, el ejército
turco no se posiciona hoy en día en contra del gobierno, más bien al contrario.
Muchos de los generales que se opusieron abiertamente al partido del gobierno
en el pasado están hoy en día encarcelados por intento de golpe de estado junto
con un buen número de periodistas e intelectuales.
La cuestión vuelve a ser la misma: es necesario mirar a
Turquía de forma independiente al resto de revueltas que están ocurriendo por
más que podamos observar un movimiento global y que veamos similitudes entre
países como Brasil y Turquía y ahora Egipto. Repito: Taksim no es Tahrir. No
nos sirve de nada justificar algo que ocurre en Turquía comparándolo con otros
países. Está en juego la concepción misma de la democracia. Si en algún aspecto
podemos encontrar puntos en común entre el Partido de la Libertad y la Justicia
de Mohamed Mursi y el AKP de Erdoğan
es en la idea común que ambos tienen de que ganar unas elecciones permite
actuar a un partido como se quiera ignorando los derechos del resto de los
ciudadanos. Todos los partidos democráticos tienden a monopolizar el poder y a
tomar decisiones políticas con carácter ideológico que influenciarán posteriormente
al conjunto de la sociedad. Existen sin embargo unos límites que, por
desgracia, no se encuentran tipificados en las constituciones. En Europa, donde
las diferencias entre la izquierda y la derecha se diluyen en un centro vago y
difuso y el poder se alterna entre partidos de centro mayoritarios subyugados a
las leyes del mercado, todo esto no ocurre al mismo nivel. El problema en
Europa es la decadencia de un sistema que tiene fallos por todos lados. En
Turquía hay un conflicto ideológico y el AKP ha dirigido el país todos estos
años con un discurso que prioriza la moralidad de la sociedad. Como tal, no
solo defiende el carácter conservador de la sociedad sino que lo protege y lo intenta
garantizar con medidas sociales. También marca e insiste de forma continua en el
carácter homogéneo de la sociedad como musulmana y suní ignorando
intencionadamente otras diferencias étnicas y religiosas. Y se ampara en el hecho de que más del 96% de
la población es ‘estadísticamente’ suní cuando todos los alevíes no están
contabilizados en ningún censo por no tratarse de un grupo reconocido y cuando
no es necesario ningún tipo de ceremonia como el bautismo para que conste en
ningún registro. En Turquía cuando uno nace es musulmán. Es algo que viene
indicado incluso en el documento de identidad. Existe la posibilidad de dejar
la casilla de religión en blanco aunque es algo que muy poca gente hace ya que
puede ser fuente de discriminación en el futuro.
El problema de Turquía es que el gobierno ha infravalorado a
la gente que ha protestado todos estos días y la ha descalificado ante el resto
de la sociedad. Pero es toda esta gente la que nos da una idea también de que
existe una conciencia democrática y crítica en el país; la que nos demuestra
cómo ha madurado hasta el punto de que pueda nacer un movimiento cívico desde
dentro de la sociedad; que no es una sociedad que necesite ser guiada o
instruida por los gobiernos. El problema es que el gobierno no quiere que se
extienda al resto de la sociedad y que sabe que el uso de la religión le sirve
para justificarse y decidir sin tener que consultar o dar explicaciones.
El valor que el gobierno da a los manifestantes ha quedado
una vez más demostrado este fin de semana. El viernes por la tarde cuatro
personas aparecieron con palos y cuchillos (para cortar ‘kebabs’) y empezaron a
agredir a los manifestantes provocando heridos. Las imágenes hablan por sí
solas y no cuadran con la imagen que ninguno de nosotros tenemos sobre Turquía. La policía podríamos decir que
prácticamente contempló la escena. Al final fueron detenidos y puestos en
libertad tras unas horas desatando la indignación en las redes sociales e
incluso en el parlamento turco donde hubo una pelea entre diputados del AKP y
del CHP.
El sábado por la noche 23 personas fueron detenidas en la
sede de Beyoğlu del Partido
Comunista de Turquía (TKP). La imagen de protestantes radicales difundida por
el gobierno sigue forjándose.
Detenidos del TKP |
Hoy el Valí de Estambul ha abierto de nuevo el Parque Gezi a
la población (después de más de 5 semanas). La Plataforma "Solidaridad Taksim" ya ha
anunciado que los foros organizados en distintas plazas hasta el momento se
trasladan al Parque Gezi y se ha convocado a todo el mundo a las 19:00 horas. A
ver.
Plataforma "Solidaridad Taksim" |
El AKP llegó al poder con un discurso que prometía ‘liberar’
a todos los oprimidos por el kemalismo turco. Con el tiempo se ha ido olvidando
de muchos grupos a excepción claro del suyo y, además, ha conseguido crear una
nueva clase de marginados y oprimidos que se enfrentan a una grave exclusión
social en los medios e incluso en sociedad. Ese es el principal problema de la
democracia en Turquía.
8 de jul
No hay comentarios:
Publicar un comentario