El tiempo solo juega a favor del gobierno. Al menos
aparentemente. El inicio del mes de Ramadán, justo cuando las protestas
empezaban a perder fuerza, fue clave para que el país volviera a una normalidad
aparente después de largos días de tensión, de represión policial y de un gran
número de heridos, detenidos y cinco muertos. El golpe de estado de Egipto y la
sangrienta represión del ejército también han influido para que las miradas de
los medios internacionales se dirijan, lógicamente, hacia El Cairo. Tras todo eso,
las detenciones continuaron y aún siguen apareciendo esporádicamente nuevas
noticias que informan de redadas. El gobierno insistió desde el principio, cosa
que no ha dejado de hacer, sobre la teoría de un complot, de una conspiración,
por parte de ciertos grupos con la colaboración de sectores en el extranjero
para hacer caer al gobierno turco. Así, la tradición y la pasión por las
teorías conspirativas en Turquía siguen en pie tras más de una década de
gobierno del AKP, el partido que se había posicionado para romper y terminar
con los defectos crónicos de las políticas del pasado. Uno llega a tal punto
que se empieza a creer que el gobierno realmente se cree esas conspiraciones.
Al menos consiguen transmitir esa idea con gran realismo. Ayer, el Vice-Primer
Ministro Bülent Arınç exponía en una entrevista en la televisión turca su visión de
los hechos: ‘el mes de mayo había sido uno de los mejores en la historia de
Turquía. Grandes proyectos de obras se habían aprobado o se habían iniciado. Un
mes espléndido. Empieza junio y por cuatro árboles empiezan revueltas por todo
el país con una cobertura internacional excepcional. ¿Casualidad?’.
Intervención de la policía y detenciones a un grupo en la hora del iftar en Istiklal que protestaba (28 de julio) |
El problema del gobierno turco en la actualidad es que no ha
conseguido madurar como lo ha hecho parte de la sociedad. Se postuló como un
partido de cambio y lo fue respecto a los partidos islamistas tradicionales
turcos pero no ha conseguido cambiar en sí desde que llegó al gobierno. Las
protestas callejeras en Turquía han supuesto una nueva forma de protesta en
Turquía, afín a otras que han ocurrido u ocurren en otras partes del globo sean
cuales sean los motivos. El gobierno no ha sido capaz de entender ni el por qué
ni el cómo y así lo ha demostrado desde el principio. No han sabido entender
que la gente salió a la calle de forma espontánea, cansada de la soberbia del
gobierno y de la apatía de la población. Una cosa arrastró a la otra. Sin
embargo es aún más grave que no hayan sido capaces de ver que las palabras del
Primer Ministro Erdoğan y la
actitud de la policía, que no está sino a las órdenes de los gobiernos y de los
ayuntamientos, fueron los principales aspectos que llevaron la situación de un
acto de protesta pequeño a una convulsión por todo el país que absorbió a miles
y miles de personas durante días. Las protestas decayeron debido al cansancio y
a la brutalidad policial pero su esencia sigue muy viva.
El país necesita un cambio político de forma urgente.
Eliminar la ley el 10% mínimo de votos para poder acceder al parlamento sería
un buen inicio, al menos, para obtener una Gran Asamblea (TBMM) más plural, más
participativa y más representativa de toda la población. Y es una ley que
empieza a pesar. En la reforma constitucional de 2010 se procedió a retocar y
cambiar muchos artículos pero no éste ya que no interesaba al gobierno así como
tampoco a los otros grandes partidos (CHP y MHP). El problema es que el
gobierno no ve como una necesidad hacer ningún tipo de cambio. Tienen una
mayoría absoluta en el parlamento y eso, así creen, les avala todo tipo de
acción. Es la democracia de los votos, si ganas puedes hacer lo que quieras y
además controlarás los medios y todo lo que se dice. Por más plural y
democrático que sea una sociedad y un país los gobiernos siguen controlando gran
parte de la información que fluye hacia los medios. De hecho, en España, tras
el accidente de tren de Santiago, la sociedad solo obtiene información a través
de los medios y muchas preguntas e incógnitas quedarán seguramente sin
resolver. Dejando de lado el factor humano, que es sin duda una parte
responsable del accidente, nunca nos llegará ningún tipo de auto-crítica por
parte del gobierno o de los directivos de Renfe.
En Turquía además existen otros problemas de los que apenas
se informa como qué está haciendo el gobierno en Siria. El conflicto de Siria,
que empezó como un movimiento para pedir derechos básicos democráticos a Assad
y se convirtió en una guerra confesional de gran magnitud en la que muchos
países están directa o indirectamente involucrados, es un problema para la
estabilidad de la región y para las políticas exteriores del AKP. El conflicto
de Siria ha obligado al gobierno a pronunciarse, a romper relaciones con Assad
y, ahí está lo peor, a involucrarse de forma activa. Mientras el gobierno
proporciona ayuda a ciertos grupos que luchan contra Assad no queda claro
quienes son estos grupos ni qué legalidad tienen. La población
árabe-turca-aleví de la provincia de Hatay, limítrofe con Turquía, se siente
amenazada e insegura más cuando Turquía está apoyando a grupos suníes que luchan contra Assad y que en sus ideales está terminar con los alevíes. El atentado de Reyhanli,
por ejemplo, dejó muchas dudas sobre los aciertos del gobierno en su política exterior. Y la protestas
por el Parque Gezi recibieron un apoyo casi unánime en esa región donde el CHP
es el partido más votado, no por su ideología sino por su aconfesionalidad.
El gobierno turco es consciente, creo y espero, de que su
apuesta en Siria es altamente peligrosa. Un ejemplo de ello pueden ser las
conversaciones con el líder del PKK kurdo, Abdullah Öcalan, detenido en 1999,
condenado a perpetua y retenido hasta ahora aislado en la pequeña isla de İmralı (a lo Napoleón) para
iniciar un proceso de paz con los kurdos. ¿Por qué el gobierno ha esperado
tantos años a pesar de que siempre hablaba de los derechos de las minorías?
¿Por qué ha iniciado conversaciones con Öcalan, el líder para muchos kurdos
pero considerado un terrorista por parte de la mayoría de la sociedad turca?
Porque en Siria no solo existe un conflicto entre suníes y alevíes; en Siria
hay una minoría kurda en el norte, en la zona de Rojova, que se ha ido haciendo
fuerte bajo el mando del YPD (Partido de la Unión Democrática) y que no se ha
opuesto oficialmente contra Assad. Assad ha prometido autonomía a los kurdos de
Siria con tal de seguir controlando el país.
Abdullah Öcalan |
La Isla de İmralı en el mapa |
La isla de İmralı |
La posibilidad de que los kurdos consigan una autonomía o se
les reconozca algún tipo de derecho en Siria atormenta al gobierno turco que ve
cómo esa atmósfera de cambio podría penetrar en Turquía y provocar una
inestabilidad social mucho más difícil de controlar que las protestas urbanas de Estambul, Ankara e Izmir.
Los cuerpos de policía serían, en ese caso, totalmente insuficientes. Las
conversaciones con Öcalan aparentemente más que un deseo de solucionar o de
empezar a solucionar un problema crónico en la historia de la República de
Turquía parecen ser más un oportunismo o una búsqueda de soluciones ante
problemas que se avecinan. Soluciones a corto plazo que ni a corto tienen asegurado un resultado.
Mientras, la población es entretenida con otras cosas. Que
este proyecto, que ese otro, que un iftar,
que ahora se detienen a dos personas aquí, que en Egipto ...
Estamos en un país donde el gobierno no hace más que atacar,
difamar, amenazar y acusar a simples ciudadanos. El gobierno, incluido el Primer
Ministro y el Alcalde de Ankara Melih Gökçek, ha acusado directamente a Mehmet
Ali Alabora, un comediante muy famoso en Turquía, por criticar al gobierno
durante las protestas a través del twitter. Se le acusa de intentar provocar un
golpe de estado por una obra de teatro que interpretó antes de las protestas.
Se le acusa de incitar a la población a una lucha armada. ¡Qué tonterías! El
gobierno busca, nunca mejor dicho, cabezas de turco para que nada ni nadie se interponga
en su poder.
Mehmet Ali Alabora |
30 de julio
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