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lunes, 10 de marzo de 2014

Democracias del siglo XXI

Este nueva entrada del blog la inicio con una imagen que ha estado circulando recientemente por las redes sociales en Turquía.





La imagen en sí no tiene nada de especial. Es una captura de dos programas televisivos previos a dos elecciones. Una es de 1991 y la otra, reciente, de tan solo hace unos días. En Turquía estamos a tan solo 20 días de las elecciones locales que de locales poco tienen. Ante una actualidad política agitadísima estas elecciones pueden marcar el futuro del país y, como tal, los partidos políticos están actuando en campaña con grandes mítines y propaganda electoral que, en más de un caso, se aleja de promesas y cambios necesarios en los distintos municipios y se centra en logros del gobierno y en el futuro de la nación turca.

Pero volvamos otra vez a la imagen. En la primera aparece un debate televisivo con un moderador y los líderes de distintos partidos políticos que pugnaban por las elecciones generales de entonces. En la segunda, aunque se trate de unas elecciones locales, es un programa dirigido de forma intencionada a captar votos (o a no perderlos). En ella aparece el Primer Ministro Erdogan, solo en un lado del plató, y en el otro, cuatro periodistas que formulan preguntas al mandatario. El programa fue emitido en ATV, uno de los canales más fieles al partido del gobierno, y todos los periodistas eran del mismo periódico, Sabah, del mismo grupo que ATV, y uno de los que ha defendido con mayor empeño la tesis del complot para explicar los casos de corrupción aparecidos recientemente (con fe ciega, parecido a las teorías conspiratorias del PP con ETA y el 11 de marzo). Resumiendo, en la foto se puede observar un pluralismo absoluto y una gran variedad de opiniones. Esta es la democracia del siglo XXI, en algunos casos más obvia, en otros menos, pero sí que representa una tendencia global en aumento.

Con todo esto, mi idea tampoco es destacar la fotografía de 1991 como si entonces existiera una armonía entre los partidos y Turquía fuera un país totalmente democrático. Por un lado, entonces no había canales privados y el programa fue emitido en la cadena estatal TRT. Por otro, si nos fijamos en los políticos que aparecen y su trayectoria política se deduce pronto que el sistema democrático era, aunque por otros aspectos, muy deficiente. De izquierda a derecha: Mesut Yılmaz (del ANAP, centro-derecha, llegó a ser Primer Ministro tres veces, hasta que se hundió – o lo hundió él- el partido), Erbakan (del partido islamista RP, del cual el AKP es en parte el heredero, llegaría a ser Primer Ministro obligado a dimitir en 1997 por los militares y su partido ilegalizado), Perincek (del Partido Socialista fundado en 1988 e ilegalizado por el Tribunal Constitucional en 1992), Demirel (un monstruo de la política turca, a lo Fraga, que nunca muere, 7 veces en distintos gobiernos llegó a ser Primer Ministro), Ecevit (del DSP, de izquierdas, que llegaría a ganar unas elecciones para luego derrumbarse) y Erdal Inönü (hijo de Ismet Inönü, del SHP que perdería muchos votos pero llegaría a gobernar en coalición). Cabe notar que naturalmente no había representación de los partidos kurdos.

A pesar del caos político que existió en la década de los 90 se observa un abanico de partidos (centro-derecha, centro-izquierda, izquierda, islamista-conservador). Con el AKP se ha llegado, en cambio, a una hegemonía que acapara todas las ventanas mediáticas y que no ofrece ya ni diálogo, ni debate, ni nada. Una versión oficial, que no es otra que la del Primer Ministro, a pesar de las discrepancias internas (esto también recuerda a Aznar y la Guerra de Irak) y unos periodistas que preguntan lo que quiere el Primer Ministro. Y un público que mira el programa. ¿Acaso el Primer Ministro teme una confrontación con otros líderes políticos? En absoluto, al menos en cuanto a discurso. Erdogan, a diferencia de Rajoy y otros, es un gran orador, con capacidad de cautivar a grandes masas (a mi juicio capacidad que va perdiendo pues el poder corrompe y eso se nota en sus discursos que empiezan a ser repetitivos). En Turquía actualmente no hay líderes políticos con dosis sobresalientes de oratoria, quizás Sirri Süreyya Önder, que sobresale en algunos casos pero lo estropea en otros, pero tampoco será invitado a ningún programa con mucha audiencia. La clave creo que reside en el adoctrinamiento de la sociedad. Erdogan emite un discurso (camuflado por rondas de preguntas y respuestas) y en él se carga a todo opositor, sea nuevo a antiguo, lo descalifica y defiende toda la línea de actuaciones del gobierno. Es más, una debate televisivo sería contraproducente para el Primer Ministro no por no poder refutar a sus contrincantes sino por su temperamento, que le podría traicionar, y verse dañada así su imagen ante grandes grupos que lo tienen idealizado.

Después de todo lo ocurrido en Turquía, empezando por el Parque Gezi y siguiendo por otros sucesos, tanto en la calle como en las altas esferas (protestas en Hatay, guerra de Siria, obras dentro del campus de la ODTÜ en Ankara y, más recientemente, casos de corrupción salpicando por aquí y por allí (esto también recuerda a Madrid) el Primer Ministro parece haber hecho ya su apuesta. Ha desaparecido de la esfera pública el concepto de acuerdo social. No es necesario. Teniendo en cuenta que en Turquía aún hay aproximadamente un 45% de la población que no usa internet, que de ese porcentaje salen la mayoría de los votos del partido del gobierno y de que el control mediático (sobretodo televisión) solo es defectuoso en las redes sociales, se puede continuar ignorando críticas y pruebas, calumniando y atacando a cualquier posible enemigo a través de la TV afirmando, incluso, que no se descarta el cierre de Facebook y Youtube pues es una fuente de información peligrosa usada por golpistas y organizacones sospechosas. Así de claro.

Este tipo de democracia, inspirada en los totalitarismos e impulsada por las protestas de la sociedad, tiende (a lo mismo que parece tender con el PP y en otras zonas del globo) a un “gobierno yo porque tengo más votos y eso me permite hacerlo cómo quiera, cuándo quiera y dónde quiera”.  El gobierno ha conseguido en tan solo 73 días anular por completo uno de los casos de corrupción más espeluznantes de la historia de la República de Turquía. La investigación, iniciada el 17 de diciembre, llevó a detener a hijos de ministros, a empresarios famosos, a políticos e, incluso, amenazó con llamar a declarar al hijo de Erdogan, Bilal. Y para ello, sin disimulo alguno, el gobierno reforma el Consejo Supremo de Jueces y Fiscales, lo vincula a un nuevo Ministro de Justicia recién designado por el Primer Ministro, destina a más de 5000 policías a otras ciudades y departamentos, aparta a los fiscales del caso, reforma la ley que regula internet permitiendo que el gobierno cierre sin justificación cualquier página en menos de 4 horas y obligando a los proveedores a guardar los datos y el historial de acceso de todos sus usuarios y, al final, consigue dejar libres sin cargos a todos los detenidos (en Madrid se intenta hacer lo mismo pero no son tan profesionales como en Turquía). Ya cuando el caso está  a punto de cerrarse aparecen en Youtube grabaciones del Primer Ministro hablando con su hijo que lo delatan y lo implican también en el caso. Con esa profesionalidad el gobierno afirma que las grabaciones son un montaje y en los mítines no se habla de ellas, no se publica ya nada en la prensa. Si encima, después de las elecciones se llegaran a cerrar páginas como Facebook y Youtube (twitter ya está bastante controlado) la democracia en Turquía correría peligro. Quizás no la democracia, pues esta es defectuosa por todas partes, pero sí la libertad de expresión.

Las elecciones locales serán el 30 de marzo. Mientras, el alcalde de Ankara Gökçek va diciendo en sus mítines que donde recoja más votos será donde invertirá. Sin más. Y en su anuncio, de visita obligada desde Youtube, ofrece grandes cosas para la capital de Turquía, ciudad de casi 5 millones de habitantes, con dos míseras líneas de metro (ah no, se abrió una tercera a Sincan, que es la continuación de una de las dos existentes y hay dos más en construcción). No hay suficientes autobuses, el tráfico es horrible, no existe el abono mensual (¿eso qué es?) y si compras un tarjeta de 10 viajes te cuesta lo que un viaje multiplicado por 10. Increíble, ¿no?. Además, en cooperación con los autobuses municipales están los privados en los que no puedes usar la tarjeta de transporte maravillosa y cada vez tienes que pagar. En los barrios donde el AKP no recibe muchos votos no hay apenas autobuses municipales (a veces hay dos a la hora que pasan seguidos).



Bien, la campaña del alcalde promete, entre otras grandes cosas, Ankapark (Disneyland alaturca), una mezquita de tamaño descomunal, una línea de metro al aeropuerto que está a unos 35 km mientras en la ciudad no hay líneas para la mayoría de los barrios, un teleférico y ....  el Bósforo de Ankara. El alcalde promete traer el mar y hacer un Bósforo en el centro de una meseta más seca que la central para que los habitantes de Ankara dejen de envidiar a Estambul. Yo, si pudiera votar, no me lo pensaría. 


10 de marzo