domingo, 1 de junio de 2014

Primer aniversario de Gezi

El sábado 31 de mayo la gente volvió a salir a las calles en Turquía para recordar o mejor para evitar que se olvide el espíritu de las protestas de Gezi: lo que significó y lo que aún puede o debe significar. 

Así, como en anteriores ocasiones pudimos ver la crudeza con la que la policía turca reprimía las concentraciones en la mayoría de las ciudades. Mientras en algunas urbes la gente se pudo concentrar de forma pacífica (como en Antalya o Denizli), de una forma que ya se ha convertido en clásica o tradicional la policía cargó en Estambul, Ankara, Izmir, Hatay, Adana y otros lugares. Resultado: centenares de detenciones y heridos. 

Entre las imágenes que han circulado más están las de personas en el suelo en estado semi-inconsciente cubiertas por una nube de gas pimienta o las imágenes de la detención en la Avenida Istiklal de Estambul del reportero de la CNN Ivan Watson, detención en directo, a lo bruto, al estilo al que ya nos hemos acostumbrado. Pero en el fondo, no hay nada especialmente nuevo en las protestas que se dieron ayer en Turquía. Es más, desde que estalló el conflicto en junio del año pasado no hemos tenido ningún mes de tranquilidad y de forma periódica han ocurrido sucesos o han salido a la luz irregularidades del gobierno (la política del yo mando, yo decido, yo hago y el pueblo no tiene que saber nada). Así, las imágenes de ayer podrían haber sido tomadas en cualquier momento entre junio de 2013 y hoy. Que la gente siga protestando es de admirar, más si tenemos en cuenta el enorme y represivo estado policial en el que se ha convertido Turquía desde que está en manos de Erdogan (otro tema sería qué tipo de estado era antes de que él llegara). Pero la impasibilidad hacia las demandas de la población y la rigidez con la que el gobierno turco ha reaccionado hacia las protestas no se ha modificado ni un ápice desde que éstas empezaron. Por decirlo de otra forma, la empatía ha sido nula, inexistente. 




Más aún, el Primer Ministro se vio refrendado en las elecciones locales (que más bien fue una especie de contienda en la que se votaba a favor de Erdogan o en contra) al obtener más del 40% de los votos. No hay oposición en Turquía, no hay alternativas políticas. El electorado del AKP se ha mantenido prácticamente firme al lado del gobierno pese a la crudeza con la que la policía ha actuado en todo momento. Sus votantes no se horrorizaron cuando Erdogan hizo abuchear a la madre de Berkin Elvan, joven de 15 años que murió tras meses en coma por una cápsula de gas disparada por la policía, que había culpado al gobierno y a Erdogan mismo de la muerte de su hijo. Así como no hay policías acusados por ninguna de las nueve muertes que se han producido hasta el momento. Hace una semana Uğur Kurt murió en la entrada de una cemevi, el lugar de rezo de la comunidad aleví (odiada y no aceptada por el gobierno y la mayoría de la población musulmana y suní). Un disparo de la policía le alcanzó mientras entraba en la cemevi. ¿Qué ocurrió? Había una protesta cerca de allí en la que se quería homenajear a Berkin Elvan, también aleví, en el barrio de Okmeydani en Estambul. En un momento de caos la policía realizó varios disparos (con gran profesionalidad) y uno de ellos alcanzó la cabeza de Uğur Kurt que murió al cabo de unas horas. El Primer Ministro, en declaraciones del día siguiente, en vez de cuestionar la policía, en lugar de lamentar la muerte de Uğur Kurt, culpó a los protestantes y se volvió a referir al joven Berkin Elvan con las siguientes palabras: "¿Es que cada vez que muera alguien tendremos que hacer actos y ceremonias?". 

¿Qué valor se le da a la vida? La desgracia minera en Soma, donde oficialmente -- nadie se cree esa cifra -- han muerto 301 mineros ha destapado el rencor hacia el gobierno ahora también en las zonas rurales. Pero parece estar ya olvidado. En diciembre de 2013 un escándalo de corrupción empezó a salpicar políticos y empresarios subiendo de categoría hasta alcanzar ministros e incluso el hijo de Erdogan, Bilal. Pocos meses después todo está olvidado, los acusados todos en libertad y todos los jefes de policía y fiscales que iniciaron el caso trasladados a otros centros o apartados del caso.



Mediante un Estado que lo controla todo, que lo calla todo, que reprime todo lo que critique o se oponga a cualquier cosa, ¿qué pueden resolver las protestas? Las protestas cansan a los protestantes y también a la gente que no acude a ellas (simpaticen o no). La esperanza que trajo Gezi, pues después de años la gente salía a las calles, se ha convertido de nuevo en desesperanza. Erdogan no sucumbe, al contrario, parece salir siempre reforzado de todo envite. Ahora optará incluso a convertirse en presidente de la República después de 3 mandatos como Primer Ministro. 

Así es la democracia turca. El problema no es solo local. El problema no es solo el barrio, sino toda la sociedad, una sociedad polarizada desde arriba. Se ha potenciado esa polarización como estrategia de control, jugando con los números. Si la economía permite mantener el estado policial poco cambiará. Por cada 100000 personas hay unos 100 médicos en Turquía ... y 475 policías. Después de Rusia, Turquía se ha convertido en el país con más policías por habitante. 

Taksim y el Parque Gezi continuamente cerrados. Un parque para la policía. En Ankara, en Güven Park, en el centro, la policía lleva asentada, acampada literalmente, desde hace meses. Así el gobierno mantiene el control absoluto del país pero necesita de todo este contigente policial, y lo necesita a diario. Porque también hay miedo. Si existiera consenso, si se hubiera actuado pensando en toda la sociedad, esto ahora no ocurriría. No habría protestas o estas hubieran desaparecido de forma natural, no habría necesidad de tantos policías. 

El sistema ya está corrupto y ha entrado en un círculo vicioso. Las protestas no cambian nada, por ahora, pero hacen sentir al gobierno ese miedo, ese miedo de que el sistema en el que vive, en el que se ha aposentado, está ya decadente, está ya empezando a desaparecer. Y además de las protestas es necesario que la sociedad se auto-organice, que trabaje desde abajo para cambiar, para innovar, para experimentar y para descubrir que existen otras vías. Y ahí, de las protestas al empoderamiento de la sociedad.

En el primer aniversario de Gezi, más protestas y más detenciones. Eso significa que Gezi no ha muerto. Y desde aquí un mensaje de apoyo hacia los barceloneses y #CanVies.

#Geziyiunutma #ConstruimCanVies

1 de junio

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