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jueves, 6 de febrero de 2014

El totalitarismo del AKP

El totalitarismo del AKP

Un gobierno que convierte al ciudadano en informante, al funcionario en guardián y a la policía en ejército es un gobierno que después del daño causado a las libertades ha entrado ya de lleno en el camino de perder la legalidad democrática que ostenta.



Güven Gurkan Öztan (@grkanoztan)
Artículo publicado en turco en Bianet el 7 de noviembre de 2013 y en catalán en La Directa el 4 de febrero de 2014. 
(Después del escándalo por corrupción desatado en Turquía el 17 de diciembre de 2013 y la respuesta del gobierno destituyendo o destinando a nuevos departamentos u otras ciudades a fiscales y casi 5000 policías, este artículo de Güven Gürkan Öztan está más vigente que nunca. Aquí tienen la traducción) 


Cuando los debates sobre el totalitarismo ganaron popularidad después de la II Guerra Mundial en el ámbito de las ciencias políticas, el mundo ya había sufrido las fatalidades del fascismo. Durante la Guerra Fría, los académicos occidentales al referirse al Estalinismo lo enmarcaban siempre dentro de los regímenes totalitarios. De hecho, durante esa época fue bastante criticado que se analizaran dos ideologías 'enemigas', como el Estalinismo y el fascismo, bajo un mismo título. Aún así, estaba claro que las bases sobre las que se habían edificado ambas eran muy diferentes. Los académicos que trabajaban sobre los totalitarismos, a pesar de esas diferencias, se basaban en que ambas ideologías habían surgido de la idea de una 'verdad absoluta' alrededor del culto a un líder, que habían intentado construir una sociedad modelo en pro de ella y que habían hecho desaparecer la distinción entra los espacios privado y público. El Estado intervenía en cualquier ámbito y las personas habían sido convertidas en ciudadanos. Aunque la distinción entre espacio privado y público sea uno de los argumentos conceptuales de toda teoría liberal, había tanto escritores de la oposición liberales como de izquierda que destacaban la necesidad de un espacio privado para establecer una base de crítica a los regímenes totalitarios. Desde entonces hasta hoy, criticar las tendencias totalitarias y defender la democracia y la pluralidad oponiéndose a todos los proyectos de ingeniería social no es una virtud sino que equivale a defender los valores de la vida en sí.

De los unionistas a los golpes de estado*
En Turquía tenemos una historia que dura ya más de un siglo en la que el Estado ha mostrado siempre un claro deseo de intervenir en todos los aspectos de la vida diaria. Las élites políticas, que veían la modernización en función de la capacidad de control y de disposición del Estado, se avocaron a proyectos de ingeniería social, siempre en función de sus proyecciones políticas. La ingeniería social no ha sido tan sólo un proyecto a ser realizado reordenando el espacio público y activando operaciones de adoctrinamiento, pues bien se podían producir focos de resistencia en el ámbito privado y, de hecho, así ha sido en muchas ocasiones. El Comité de la Unión y el Progreso*, tras asumir el poder total del país, se adentró en un proyecto de ingeniería con 'el nacionalismo turco' como motor. Las acciones del Estado eran tan diversas que variaban de actividades deportivas al adoctrinamiento en los libros de texto de las escuelas o de forzar o expulsar poblaciones al exilio a directamente turquizarlas. Tras la proclamación de la República, un sector bastante importante de las élites burocráticas y políticas dirigentes mantuvo esta tradición de ingeniería social. Para que los principios del nuevo régimen fueran interiorizados por la población se pretendió convertir todo el país en una inmensa escuela. ¡El objetivo era modernizar la nación! De esta manera se procedió a una serie de codificaciones, por un lado, pero por otro se hizo también borrosa la distinción entre los ámbitos público y privado. Durante este proceso mujeres y niños fueron convertidos en objetos. Qué se había de comer en casa, qué deporte tenían que practicar los niños y cómo se debía limpiar la casa ... todo fue detallado. Pero la Turquía de los años 30 y 40 no tenía suficientes instrumentos para poder ser totalitaria. En otras palabras, había una 'voluntad' pero no los medios para convertir el proyecto en una realidad. Y así el régimen tuvo que conformarse en ser sólo un régimen autoritario. Después de entrar en la etapa pluripartidista, los esfuerzos de ingeniería social vinieron mucho más de parte de la burocracia militar que de los políticos. El punto más álgido de esta tendencia la tenemos en el golpe de estado del 12 de septiembre (1980). Varios actores de la política también tenían, naturalmente, ambiciones de moldear la sociedad. El proyecto de la derecha política de crear una sociedad religiosa' influenciado por Necip Fazil sería un buen ejemplo. Sin embargo, ninguno de los gobiernos fue nunca lo suficientemente poderoso como para llevarlo a cabo. Hasta hoy! El mundo de hoy, con todas las nuevas opciones tecnológicas que permiten a los estados controlar y observar la población (espionaje digital, registros, desinformación masiva, etc.), hace factible el totalitarismo de la era post- moderna.

Las sensibilidades conservadoras
Hoy en día el gobierno del AKP ya hace mucho que ha dejado de ser simplemente un régimen autoritario. Estamos ante un gobierno que quiere llevar a la práctica su proyecto de ingeniería social sin saltarse ningún punto y haciendo uso de todas los instrumentos posibles de persuasión y fuerza en manos del Estado. Erdogan ya ha dejado de ser un líder simplemente 'carismático'; ahora nos recuerda bastante aquellos 'líderes' de regímenes totalitarios que se creía (o ellos mismos se veían así) que poseían fuerzas sobrenaturales. Es un mandatario post-moderno que no acepta ninguna crítica, que actúa como si estuviera solo y que quita toda la iniciativa al cuerpo de políticos. Las órdenes de Erdogan son transmitidas y llevadas a cabo letra a letra por un inmenso cuerpo de funcionario. Esta estrecha relación entre los deseos de Erdogan de gobernar solo y la pérdida de competencias por parte de otros no se trata de un simple problema de compartimiento de funciones sino de una mentalidad dirigente totalitaria. Y las voces fuertes del partido, que parecen haber dejado a Erdogan que se mueva por sí solo, se han convertido en un simple figurante. La policía, tal y como observamos solamente en regímenes represivos, se ha convertido en un ejército: a todo aquel que protesta por sus propios derechos, sin distinción alguna, se le trata como un 'enemigo'. La policía de este gobierno, que prohíbe y regula en función de  ‘las sensibilidades conservadoras' registra a las mujeres detenidas en las protestas despojándolas y abusando de ellas. Y lo que hace que Erdogan y el AKP sean un régimen totalitario no es sólo eso. El AKP ha perdido el concepto de la realidad, por un lado anuncia un paquete democratizador poderoso, por otra construye un muro de la vergüenza en Siria, mientras 'soluciona' el problema del velo segrega los comedores de las escuelas y con una mentalidad represiva inspecciona las residencias de estudiantes. Ante cualquier inconveniente o imprevisto surgido el gobierno ve complots internacionales. Y alrededor del AKP hay una gran masa de gente que rinde culto al poder, que se encuentra inmersa dentro de una 'realidad' virtual creada por el gobierno y que lleva a cabo las órdenes sin pensar ni cuestionar nada sino adoptando una conducta reaccionaria contra todo lo que se salga de la norma.

El Primer Ministro difunde su 'verdad', y para lograr este objetivo se sigue una estrategia ligada a la intervención del Estado en prácticamente todos los ámbitos de la vida cotidiana. Simplificando las libertades en las libertades de aquellos con los que comparte las mismas creencias, acosa paso a paso el ámbito privando diciendo 'no nos metemos en la vida de nadie'. Estas intervenciones que atacan las libertades, de hecho, habían comenzado ya antes en el ámbito público.

Justo después de nuevas regulaciones ya puestas en práctica como la de la prohibición del alcohol que, según las declaraciones oficiales, es para mantener el orden público, hemos empezado a sentir nuevas disposiciones que hacen referencia a intervenciones directas en el ámbito privado. Las mujeres y los jóvenes, que históricamente habían formado un grupo sobre el que se habían fijado las ambiciones totalitarias, siguen estando en el mismo lugar. Y ahora se atacan, bajo el concepto de 'protección' de jóvenes y mujeres, los ámbitos de las libertades individuales y las opciones de realizarse de cada persona. Aspectos que quedaron sin ser aprobados debido a protestas como la ley del adulterio, la prohibición del aborto o el hecho de intentar suprimir los estudios (pisos individuales) son todos parte de una misma mentalidad. Hemos llegado ya a una fase en la que Erdogan comienza a meterse incluiso en las casas de las personas. Igual que en la Alemania Nazi cuando se regulaba la vida privada y todo un coso de funcionarios y de fuerzas del orden vigilaban que se cumplieran las normas.

Las palabras del Primer Ministro dirigidas a chicos y chicas estudiantes de universidad que conviven juntos nos muestra no sólo que ha perdido la cabeza o que aferrándose a 'la custodia de la moral' quiere dirigirse a su electorado sino que también es una prueba de qué mentalidad tiene de gobernar. Todo lo que nos está pasando es consecuencia de los deseos de estos gobernantes de aspiraciones totalitarias de intervenir en todos los aspectos de nuestras vidas, incluidos los más pequeños. No podemos defender los derechos a la privacidad y a la libertad desde el ámbito privado, los tenemos que defender en el ámbito público de forma colectiva. De hecho, el espíritu de Gezi que dice ' no toques mi árbol', 'no toques mi cuerpo', 'no toques mi vida' es justamente la lucha contra todo esto. Las revueltas del mes de junio mostraron la voluntad de posicionarse en contra del proyecto de un gobierno fuerte y subjetivo de transformar la sociedad. Y la muestra de cómo se puede hacer bajar el gobierno de su pedestal y de que se pueden dejar inactivas tácticas como las de marcar límites a la población, de hacerla apolítica y más pasiva infundiendo el miedo. La clave es anular las operaciones de homogeneización totalitarias mediante actos de humor y creativos. Ha sido esta fuerza revolucionaria y transformadora de la pluralidad la que ha sembrado el miedo entre los gobernantes, incluyendo el Primer Ministro.

Un gobierno que convierte al ciudadano en informante, al funcionario en guardián y a la policía en un ejército es un gobierno que después del daño causado a las libertades ha entrado ya de lleno en el camino de perder toda legalidad democrática. Si no hacemos oír nuestras voces nos quedaremos prisioneros en los campos de concentración sin paredes de la era post-moderna. En el camino de la salvación nuestro único apoyo es el espíritu de Gezi y la inspiración que este nos ha dado.

* El Comité de la Unión y el Progreso (İttihat ve Terakki Fırkası) llegó al poder en 1908 y gobernó el Imperio Otomano hasta su disolución tras la Primera Guerra Mundial en 1918.

(Traducció de Marc Saurina @marc_saurina)