Este nueva entrada del blog la inicio con una imagen que ha
estado circulando recientemente por las redes sociales en Turquía.
La imagen en sí no tiene nada de especial. Es una captura de
dos programas televisivos previos a dos elecciones. Una es de 1991 y la otra,
reciente, de tan solo hace unos días. En Turquía estamos a tan solo 20 días de
las elecciones locales que de locales poco tienen. Ante una actualidad política
agitadísima estas elecciones pueden marcar el futuro del país y, como tal, los
partidos políticos están actuando en campaña con grandes mítines y propaganda
electoral que, en más de un caso, se aleja de promesas y cambios necesarios en
los distintos municipios y se centra en logros del gobierno y en el futuro de
la nación turca.
Pero volvamos otra vez a la imagen. En la primera aparece un
debate televisivo con un moderador y los líderes de distintos partidos
políticos que pugnaban por las elecciones generales de entonces. En la segunda,
aunque se trate de unas elecciones locales, es un programa dirigido de forma
intencionada a captar votos (o a no perderlos). En ella aparece el Primer
Ministro Erdogan, solo en un lado del plató, y en el otro, cuatro periodistas
que formulan preguntas al mandatario. El programa fue emitido en ATV, uno de los
canales más fieles al partido del gobierno, y todos los periodistas eran del
mismo periódico, Sabah, del mismo
grupo que ATV, y uno de los que ha defendido con mayor empeño la tesis del
complot para explicar los casos de corrupción aparecidos recientemente (con fe
ciega, parecido a las teorías conspiratorias del PP con ETA y el 11 de marzo).
Resumiendo, en la foto se puede observar un pluralismo absoluto y una gran
variedad de opiniones. Esta es la democracia del siglo XXI, en algunos casos
más obvia, en otros menos, pero sí que representa una tendencia global en
aumento.
Con todo esto, mi idea tampoco es destacar la fotografía de
1991 como si entonces existiera una armonía entre los partidos y Turquía fuera
un país totalmente democrático. Por un lado, entonces no había canales privados y el
programa fue emitido en la cadena estatal TRT. Por otro, si nos fijamos en los
políticos que aparecen y su trayectoria política se deduce pronto que el
sistema democrático era, aunque por otros aspectos, muy deficiente. De izquierda
a derecha: Mesut Yılmaz (del
ANAP, centro-derecha, llegó a ser Primer Ministro tres veces, hasta que se
hundió – o lo hundió él- el partido), Erbakan (del partido islamista RP, del
cual el AKP es en parte el heredero, llegaría a ser Primer Ministro obligado a
dimitir en 1997 por los militares y su partido ilegalizado), Perincek (del
Partido Socialista fundado en 1988 e ilegalizado por el Tribunal Constitucional
en 1992), Demirel (un monstruo de la política turca, a lo Fraga, que nunca
muere, 7 veces en distintos gobiernos llegó a ser Primer Ministro), Ecevit (del
DSP, de izquierdas, que llegaría a ganar unas elecciones para luego
derrumbarse) y Erdal Inönü (hijo de Ismet Inönü, del SHP que perdería muchos
votos pero llegaría a gobernar en coalición). Cabe notar que naturalmente no había representación de los partidos kurdos.
A pesar del caos político que existió en la década de los 90
se observa un abanico de partidos (centro-derecha, centro-izquierda, izquierda,
islamista-conservador). Con el AKP se ha llegado, en cambio, a una hegemonía
que acapara todas las ventanas mediáticas y que no ofrece ya ni diálogo, ni
debate, ni nada. Una versión oficial, que no es otra que la del Primer
Ministro, a pesar de las discrepancias internas (esto también recuerda a Aznar y la
Guerra de Irak) y unos periodistas que preguntan lo que quiere el Primer
Ministro. Y un público que mira el programa. ¿Acaso el Primer Ministro teme una
confrontación con otros líderes políticos? En absoluto, al menos en cuanto a
discurso. Erdogan, a diferencia de Rajoy y otros, es un gran orador, con
capacidad de cautivar a grandes masas (a mi juicio capacidad que va perdiendo pues el poder
corrompe y eso se nota en sus discursos que empiezan a ser repetitivos). En Turquía actualmente no hay
líderes políticos con dosis sobresalientes de oratoria, quizás Sirri Süreyya
Önder, que sobresale en algunos casos pero lo estropea en otros, pero tampoco será invitado a ningún programa con mucha audiencia. La clave creo que
reside en el adoctrinamiento de la sociedad. Erdogan emite un discurso
(camuflado por rondas de preguntas y respuestas) y en él se carga a todo
opositor, sea nuevo a antiguo, lo descalifica y defiende toda la línea de
actuaciones del gobierno. Es más, una debate televisivo sería contraproducente
para el Primer Ministro no por no poder refutar a sus contrincantes sino por su
temperamento, que le podría traicionar, y verse dañada así su imagen ante
grandes grupos que lo tienen idealizado.
Después de todo lo ocurrido en Turquía, empezando por el
Parque Gezi y siguiendo por otros sucesos, tanto en la calle como en las altas
esferas (protestas en Hatay, guerra de Siria, obras dentro del campus de la
ODTÜ en Ankara y, más recientemente, casos de corrupción salpicando por aquí y
por allí (esto también recuerda a Madrid) el Primer Ministro parece haber hecho
ya su apuesta. Ha desaparecido de la esfera pública el concepto de acuerdo
social. No es necesario. Teniendo en cuenta que en Turquía aún hay
aproximadamente un 45% de la población que no usa internet, que de ese
porcentaje salen la mayoría de los votos del partido del gobierno y de que el
control mediático (sobretodo televisión) solo es defectuoso en las redes
sociales, se puede continuar ignorando críticas y pruebas, calumniando y
atacando a cualquier posible enemigo a través de la TV afirmando, incluso, que
no se descarta el cierre de Facebook y Youtube pues es una fuente de información
peligrosa usada por golpistas y organizacones sospechosas. Así de claro.
Este tipo de democracia, inspirada en los totalitarismos e
impulsada por las protestas de la sociedad, tiende (a lo mismo que parece
tender con el PP y en otras zonas del globo) a un “gobierno yo porque tengo más votos y eso me permite
hacerlo cómo quiera, cuándo quiera y dónde quiera”. El gobierno ha conseguido en tan solo 73 días
anular por completo uno de los casos de corrupción más espeluznantes de la
historia de la República de Turquía. La investigación, iniciada el 17 de diciembre,
llevó a detener a hijos de ministros, a empresarios famosos, a políticos e,
incluso, amenazó con llamar a declarar al hijo de Erdogan, Bilal. Y para ello,
sin disimulo alguno, el gobierno reforma el Consejo Supremo de Jueces y
Fiscales, lo vincula a un nuevo Ministro de Justicia recién designado por el
Primer Ministro, destina a más de 5000 policías a otras ciudades y
departamentos, aparta a los fiscales del caso, reforma la ley que regula
internet permitiendo que el gobierno cierre sin justificación cualquier página
en menos de 4 horas y obligando a los proveedores a guardar los datos y el
historial de acceso de todos sus usuarios y, al final, consigue dejar libres
sin cargos a todos los detenidos (en Madrid se intenta hacer lo mismo pero no
son tan profesionales como en Turquía). Ya cuando el caso está a punto de cerrarse aparecen en Youtube
grabaciones del Primer Ministro hablando con su hijo que lo delatan y lo
implican también en el caso. Con esa profesionalidad el gobierno afirma que las
grabaciones son un montaje y en los mítines no se habla de ellas, no se publica
ya nada en la prensa. Si encima, después de las elecciones se llegaran a cerrar páginas
como Facebook y Youtube (twitter ya está bastante controlado) la democracia en
Turquía correría peligro. Quizás no la democracia, pues esta es defectuosa
por todas partes, pero sí la libertad de expresión.
Las elecciones locales serán el 30 de marzo. Mientras, el
alcalde de Ankara Gökçek va diciendo en sus mítines que donde recoja más votos
será donde invertirá. Sin más. Y en su anuncio, de visita obligada desde
Youtube, ofrece grandes cosas para la capital de Turquía, ciudad de casi 5
millones de habitantes, con dos míseras líneas de metro (ah no, se abrió una
tercera a Sincan, que es la continuación de una de las dos existentes y hay dos
más en construcción). No hay suficientes autobuses, el tráfico es horrible, no
existe el abono mensual (¿eso qué es?) y si compras un tarjeta de 10 viajes te
cuesta lo que un viaje multiplicado por 10. Increíble, ¿no?. Además, en
cooperación con los autobuses municipales están los privados en los que no
puedes usar la tarjeta de transporte maravillosa y cada vez tienes que pagar.
En los barrios donde el AKP no recibe muchos votos no hay apenas autobuses
municipales (a veces hay dos a la hora que pasan seguidos).
Bien, la campaña del alcalde promete, entre otras grandes
cosas, Ankapark (Disneyland alaturca),
una mezquita de tamaño descomunal, una línea de metro al aeropuerto que está a unos 35 km mientras
en la ciudad no hay líneas para la mayoría de los barrios, un teleférico y .... el Bósforo de Ankara. El alcalde promete traer
el mar y hacer un Bósforo en el centro de una meseta más seca que la central
para que los habitantes de Ankara dejen de envidiar a Estambul. Yo, si pudiera
votar, no me lo pensaría.
10 de marzo
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